Pedanía de la
Santa Espina
Esta joven y pequeña pedanía del municipio de Castromonte se halla sita junto al Monasterio de La Santa Espina. El nombre de la localidad deriva de la reliquia de la Santa Espina y del monasterio que la acoge.
El pueblo fue construido en 1957 por el Instituto Nacional de Colonización (INC) con el objetivo de contribuir al desarrollo agrícola de a zona tras la Guerra Civil española. Fue su principal impulsor el ministro de agricultura Rafael Cavestany y Anduaga, hoy enterrado en el monasterio que da nombre al pueblo. Los terrenos sobre los que se levanta la pedanía habían sido adquiridos por el INC a Susana Montes y Bayón, viuda del marqués de Valderas.
La ocupación del pueblo se realizó por solicitud, asignándose un terreno para cada uno de los veinte colonos que allí se asentaron. Cada lote incluía hectáreas de secano y hectáreas de regadío. Asimismo, se levantaron cincuenta viviendas, veinte para los colones y otras treinta para los obreros que llevaron a cabo la construcción del pueblo, a los cuales, dos décadas después se les otorgaría el título de propietarios.
Si bien el nombre original del pueblo fue san Rafael de la Santa Espina, en 1980, coincidiendo con su constitución como Entidad Local Menor, dependiente del Ayuntamiento de Castromonte, se prescindió de su onomástica.

Embalse de la
Santa Espina

Junto al Monasterio de La Santa Espina, este embalse, conocido también como embalse del río Bajoz, o simplemente como “el pantano”, es la otra gran joya de los Montes Torozos.
Al igual que las acequias, pozos y estanques del entorno, el embalse de la Santa Espina fue construido en los años 60 con el fin de otorgar capacidad de regadío a las tierras de cultivo del valle.
En la actualidad, se ha establecido como coto de pesca de tencas y bermejuelas que gestiona la Junta de Castilla y León. Sirve además de reserva de agua para las aves. Entre la avifauna que se dan cita en el lugar podemos contemplar al aguilucho lagunero, la focha, la garceta, el gallipato o el cormorán.
En cuanto a la flora, abundan los endrinos, rosas silvestres y majuelos, conformando todo ello un ecosistema propio en plenos Montes Torozos. No es de extrañar que haya dado pie a la práctica del senderismo, pesca u observación de aves.
Al embalse de La Santa Espina se puede acceder, bien a pie, a través de una ruta de senderismo, o bien combinando coche y caminar.
Embalse de la
Santa Espina

Junto al Monasterio de La Santa Espina, este embalse, conocido también como embalse del río Bajoz, o simplemente como “el pantano”, es la otra gran joya de los Montes Torozos.
Al igual que las acequias, pozos y estanques del entorno, el embalse de la Santa Espina fue construido en los años 60 con el fin de otorgar capacidad de regadío a las tierras de cultivo del valle.
En la actualidad, se ha establecido como coto de pesca de tencas y bermejuelas que gestiona la Junta de Castilla y León. Sirve además de reserva de agua para las aves. Entre la avifauna que se dan cita en el lugar podemos contemplar al aguilucho lagunero, la focha, la garceta, el gallipato o el cormorán.
En cuanto a la flora, abundan los endrinos, rosas silvestres y majuelos, conformando todo ello un ecosistema propio en plenos Montes Torozos. No es de extrañar que haya dado pie a la práctica del senderismo, pesca u observación de aves.
Al embalse de La Santa Espina se puede acceder, bien a pie, a través de una ruta de senderismo, o bien combinando coche y caminar.
Castromonte,
nobleza obliga

De la raigambre de Castromonte habla el origen de su nombre; proviene de la Reconquista cristiana de la Península Ibérica, en concreto del conde Olmundo. Nombre de origen mozárabe al que se le unió el apelativo de Castro en razón de su asentamiento sobre un antiguo castro romano. De Castrodeolmundo, y por derivación, surgieron distintos nombres hasta desembocar el definitivo Castromonte.
En el centro de dicha localidad se encuentra la plaza mayor, o plaza de la Constitución. De ella parten un conjunto de calles adyacentes construidas en piedra, algunas de las cuales datan del siglo XVII. Sus escudos nobiliarios revelan la grandeza de su pasado.
La localidad cuenta con un gran patrimonio histórico-religioso en el cual destaca la Iglesia de la Inmaculada Concepción, construcción del siglo XVI en estilo barroco. Esta iglesia se compone de tres naves que soportan una preciosa bóveda de crucería, separadas por tan solo un arco que recorre de forma longitudinal todo el cuerpo del edificio, otorgándole un aspecto majestuoso e impresionante. Asimismo, resultan significativos sus tres retablos, uno por nave, de los cuales resalta la imagen de Nuestra Señora de la Concepción.
Urueña,
la villa del libro

Urueña significa “agua que fluye” y proviene de la lengua neo-ibérica hablada por los vacceos. Su privilegiada situación en los bordes de los Montes Torozos, lo convierten en un gigantesco y espectacular mirador natural. Desde él, en los días claros se pueden avistar, tanto la Cordillera Cantábrica como los Montes de León.
Esta situación lo convirtió históricamente en un pueblo de gran importancia estratégica. De su historia nos hablan las construcciones de importancia con las que cuenta: tres monasterios, cinco ermitas y tres parroquias con múltiples elementos culturales de interés.
Su magnífica e imponente muralla fue mandada construir en el siglo XII Por Doña Sancha de Raimúndez, artífice también del monasterio de La Santa Espina y hermana del emperador Alfonso VII.
En la actualidad, Urueña es conocida como la Villa del libro. De hecho, se trata del único pueblo que cuenta con más librerías que bares: ocho librerías. Un privilegio que, gracias al apoyo de Diputación de Valladolid, lo sitúan en la misma categoría que Wigtown (Reino Unido), Tuedrestand (Noruega) o Fontenoy-la-Joute (Francia).
Allí se encuentra también la Casona del Mayorazgo, del siglo XVIII, hoy sede de la Fundación Centro Etnográfico Joaquín Díaz. Dicha Fundación acoge una gran colección de instrumentos musicales, con más de trescientas piezas.
Medina de Rioseco,
ciudad de almirantes

Declarada Conjunto Histórico-Artístico, Medina de Rioseco vive ya su primer asentamiento en el Neolítico, si bien el nacimiento de la ciudad actual tiene lugar durante la expansión y repoblación llevada a cabo en Tierra de Campos por los reyes de León durante el siglo IX.
Su época de mayor esplendor llega en el siglo XV con el almirantazgo de Castilla, cuando el almirante Alfonso Enríquez establece aquí su sede. Los once miembros de la dinastía, que ejercieron el señorío de la villa y marcaron su auge, son indiscutibles referentes de su memoria. El apogeo artístico y económico que vive Medina de Rioseco durante los siglos XV y XVI es tal que recibe el sobrenombre de “La ciudad de los mil millonarios”.
La ciudad destaca en la actualidad por la riqueza cultural que ofrecen sus museos e iglesias. Entre los primeros resaltan el Museo de Semana Santa, ubicado en la Iglesia de Santa Cruz, que cuenta con una gran colección de pasos de Semana Santa entre los siglos XV y XX, y el Museo de San Francisco. Este edificio gótico, costeado por la familia Enríquez y finalizado en 1520, sorprende por los retablos platerescos realizados en piedra, y un conjunto monumental donde, además de las magníficas esculturas del maestro Juan de Juni y una de las más importantes colecciones en marfil hispano filipino, nos encontramos con una reliquia del Lignum Crucis.
Estas astillas de la Cruz de Cristo provienen del ejemplar de Santo Toribio de Liébana, traído por el santo de Jerusalén en el siglo V. Tendrían que transcurrir varios siglos hasta que Juan Gaspar Alonso Enríquez, décimo Almirante de Castilla pidiera al monasterio lebaniego un trozo del santo madero. El almirante había respondido a la llamada de los monjes benedictinos para restaurar el santuario. En señal de agradecimiento se separaron tres porciones que el padre abad introdujo en un arca pequeña de madera. La reliquia llegaría a Rioseco en 1678.
Aparte de los museos son de visita obligada la Iglesia de Santa María de Mediavilla, concluida por Gaspar de Solórzano en 1516, la capilla funeraria de los Benavente, de 1544, la Iglesia de Santiago, bajo la dirección del prestigioso arquitecto Rodrigo Gil de Hontañón y, cómo no, el Canal de Castilla, cuyo paseo en barco, en canoa, o en bicicleta, recibe una gran demanda turística.